Su familia no tuvo los medios para que Elsa estudiara para ser educadora.
En cambio estudio una carrera técnica para ayudar a su familia.
Después de una experiencia de Dios a los diecisiete años,
decidió seguir al Señor como religiosa.
Elsa Mendoza nació en Monterrey, Nuevo León, en México, siendo la menor de cinco hijos. Bautizada desde su infancia, recibió su confirmación y primera comunión a los nueve años.
Cuando tenía diecisiete años, Elsa experimento una crisis existencial. Preguntándose sobre el sentido de su vida y "¿porqué estoy aquí?" en su desesperación llamó a Dios: "Si de verdad existes, ¡Por favor ayúdame!" Al poco tiempo, una de sus amigas la invito a un grupo de oración, con la promesa: "allí encontraras lo que andas buscando." Elsa fue al grupo de oración, y fue allí donde alguien le habló por primera vez del amor personal que Jesús le tenía. Durante la oración se dio cuenta que Jesús era su Salvador personal. Después de esta experiencia se sintió como una persona diferente, con un nuevo sentido de gozo y libertad. Recibió oración por el bautismo en el Espíritu Santo y el don de lenguas.
Después de esta experiencia de conversión, Elsa sintió el deseo de ser misionera. Había visto a otros jóvenes predicando y compartiendo su fe en Jesús, y ella quería hacer lo mismo. A los veintiún años, entro a la comunidad de alianza "Shalom," donde asistían a asambleas de oración, cantaban en el coro de la parroquia y evangelizaban en los parques.
A los veinticinco años vino al Pueblo de oración a un retiro con otros jóvenes de "Shalom." Elsa estaba buscando la voluntad de Dios para su vida pero no quería ser religiosa. Ni siquiera pensaba que este estilo de vida pudiera ser para ella. En oración le dijo al Señor: 'Si me quieres para Ti, pon el deseo en mi corazón, y ayúdame.'
Durante el año siguiente, mientras seguía trabajando en el banco, el Señor puso el deseo de ser religiosa en su corazón. Regresó al Pueblo de oración para asistir a un retiro vocacional y en Enero de 1987 entró a la comunidad, recibiendo su nombre, Hna. Clara, al ingresar al noviciado.
Pasando por las pruebas de aprender inglés y adaptarse a la cultura y la comida Americana, Hna. Clara perseveró con la gracia de Dios y profesó sus votos finales en 1993. "Es la gracia de Dios la que me ha traído donde estoy; con Su gracia, puedo serle fiel. Cuando Dios nos llama, El mismo nos ayuda a responderle," nos dice Hna. Clara. Que sus palabras animen a los que buscan la voluntad de Dios para sus vidas.