Hna. Juana Teresa nació en Seul, Corea.
Con el apoyo de su mamá y su abuelita, recientemente bautizadas, creció en su fe Católica;
como neófitos en la fe, la familia entera estaba llena de fervor.
Aun desde muy niña, Helen supo que Dios tenía un plan muy especial para su vida.
Ser religiosa es su respuesta al amor de Dios.
Todo comenzó en el bautismo de la familia. Helen Chung tenía tres años cuando fue bautizada, junto con su mama, sus abuelos y su hermanito. Aun a esa tierna edad, supo que Dios tenía un plan único, y muy especial para su vida. Mas tarde, cuando su familia vivía en Sudamérica, su papá también fue bautizado. El ejemplo de su mamá, que pertenecía a
Helen tenía diez años cuando la familia se mudó a Paraguay. Allí asistió a una escuela administrada por religiosas. Cuando tenía trece años, expresó su deseo de entrar al convento, inspirada por varias de sus amigas que eran novicias. Pero su mamá decidió que Helen estaba muy joven y que su deseo tendría que esperar.
Una vez más la familia se mudó, esta vez a Canadá. Fue muy difícil para Helen dejar a sus amigos atrás. Terminó su preparatoria en una escuela católica en Toronto, Canadá, y allí recibió el sacramento de
A los dieciocho años Helen asistió a un congreso carismático donde le pidió al Señor que confirmara su vocación, porque se sentía indigna. El Señor oyó su oración cuando el Obispo Sam Jacobs de Alexandria, Louisiana, que estaba dando una de las platicas, dijo: "Nadie es digno, pero aun así el Señor nos llama." Cuando Helen escuchó estas palabras, supo con certeza que Dios la estaba llamando a ser religiosa, y no tardó en responder. Comenzó a visitar varias comunidades religiosas en Canadá y Los Estados Unidos, y fue entonces que supo acerca de nuestra comunidad. En 1991 Helen asistió a un congreso carismático donde conoció a
En Octubre de 1992 entró a nuestra comunidad y recibió su nombre, Hna. Juana Teresa en junio de 1993, al ingresar al noviciado. Profes sus votos finales de pobreza, castidad y obediencia en octubre del año 2000. Con alegría nos dice: "¡Vale la pena dejarlo todo por El! Tenemos que seguir la voluntad de Dios con valor hasta el día en que lo veamos cara a cara."