Como creció en una familia católica numerosa,
Rosita tuvo la bendición de un cimiento fuerte para su fe.
Aunque su familia era pobre, sus papás le inculcaron el valor de la educación.
Después de terminar su carrera en Contabilidad, Rosita decidió ser esposa de Cristo.
Rosita Gapasin nació en Paniqui, en las Islas Filipinas, y fue la séptima entre once hijos. La gran fe de su familia la influyó mucho. Bautizada a los dos meses de nacida, fue confirmada unos meses después. Su papa tenía un pequeño negocio para proveer para la educación de sus hijos.
La primera vez que Rosita consideró la vocación religiosa fue cuando conoció a las Hermanas en su parroquia. Catequistas laicas itinerantes le enseñaron en la escuela pública y pronto recibió su Primera Comunión. Como su familia no tenía medios de transporte, caminaban por tres cuartos de hora para ir a Misa los domingos. A Rosita le gustaba ir a Misa, especialmente durante las liturgias de Navidad y Semana Santa.
Religiosas Dominicas la enseñaron durante la preparatoria y Rosita se empeño en tener buenas calificaciones, graduándose con honores. Quería ayudar a su familia con su educación. También dedicaba su tiempo a trabajar con sus hermanos en el negocio de la familia. Después de la preparatoria, Rosita estudió Contabilidad en
A los dieciocho, su llamado y su fe se despertaron una vez más cuando comenzó a asistir al programa de comunidades cristianas en la universidad. Experimentó el bautismo en el Espíritu Santo.
Comenzó entonces a visitar varios conventos en las Filipinas. A los veinte, un semestre antes de terminar su carrera de contadora, entró con las Dominicas que le enseñaron durante la preparatoria. Aunque fue difícil dejar el ambiente de la universidad, Dios la estaba llamando a dedicarle su vida y a servir a los demás. Encontró su alegría en enseñar catecismo en áreas rurales, como ella misma había sido instruida.
Rosita supo acerca de las Discípulas del Señor Jesucristo a través de nuestra revista "Praise Him!" En 1984, mientras visitaba su familia en Carolina del Norte, vino a visitarlas. Después de discernir su llamado, dejo la comunidad Dominica y entro a las Discípulas en 1985, recibiendo el nombre de Hna. Juliana al ingresar al noviciado. Profesó sus primeros votos en 1986 y sus votos finales en 1990. Hna. Juliana comparte: "El llamado de Dios demanda una respuesta radical y generosa, pero El mismo nos da la gracia de responder y perseverar."